La sociedad sin dinero (Cápitulo 5 de ?: Un viaje hacia ella)
Luego de divagar largo tiempo entre problemas y soluciones, entre tareas y proyectos, entre esperanzas y descontento, el cansancio nos vence, y el sueño finalmente accede a abrigarnos. Este sueño como muchos, en esta noche como tantas, provoca una singularidad, una alteración en el curso de la civilización, en este sueño, no solo las ideas se organizan en la mente, también los hechos se organizan en la historia. Una mano mágica, va cambiando una a una las decisiones tomadas por los seres humanos, de modo que las consecuencias de estas generen una sociedad sin dinero ni comercio, y cuando su obra está terminada, nos despierta amablemente, y nos informa del cambio.
Aún somnolientos, y con algo de hambre, procedemos a vestirnos y prepararnos un desayuno. Abrimos el refrigerador, leche, pan envasado, y manteca, mermelada?, no hay, queso?, tampoco, “all included” recordamos, “interesante” opinamos, “exploremos este mundo” decidimos.
Salimos de casa hacia el garaje con la intención de comprar lo más gustoso del supermercado, al salir, estacionados en la calle donde residimos, nos sorprenden un conjunto de autos, nuevos, flamantes, de variados estilos, y todos con la puerta abierta, caminamos unos pasos hacia el garaje donde nos espera nuestro viejo auto, “all included” recordamos, detenemos nuestro andar, dudamos, “all included” nos decimos, e inmediatamente desandamos camino hacia la calle, admiramos las filas intermitentes de autos que remarcan ambas aceras, y elegimos entre los cercanos el que más nos agrada, entramos, dudamos nuevamente, “all included” nos convencemos, y arrancamos.
El confortable andar nos deleita, mientras vamos elaborando mentalmente la lista de ese desayuno perfecto que ya imaginamos degustar. Durante este apacible paseo observamos la cuidada estética de cada calle, cada edificio, parque, plaza, de toda la ciudad, y como toda esa belleza resurge, reina, ante la ausencia de anuncios, carteles, publicidad, que desnaturalice el ambiente.
En algún lugar del camino, un delicioso aroma a bizcochuelo recién horneado mezclado con el fuerte aroma de un exquisito café, nos invita a buscar su origen con la mirada. En la esquina donde nos detuvimos, un coqueto restaurante nos presenta otra linda opción para saciar nuestro apetito, probablemente con una propuesta aún más deliciosa, y seguramente con una rapidez mayor. Estacionamos el auto, salimos de él, y lo dejamos abierto.
Entramos al restaurante, la decoración es acogedora, nos sentimos como en el comedor de nuestra casa. Somos atendidos cordial, y naturalmente, vemos en sus rostros la alegría de quién gusta de lo que hace, nos comentan las variadas opciones que el establecimiento ofrece y nos recomiendan su especialidad, accedemos a probar esta última, y en un tiempo prudencial para su precisa elaboración, nuestro desayuno está esplendoroso frente a nuestros ojos, probamos un bocado, y un sinfín de sensaciones desbordan nuestros sentidos, en ese momento de éxtasis, un mal recuerdo rompe nuestro placer, deberíamos salir inmediatamente para trabajar, un instante depresivo, una sonrisa, “all included” pintado en la mente, “no trabajo más ahí” la decisión instantánea, una llamada, una tímida explicación, una respuesta desinteresada: “no entendiamos porque seguía haciendo eso, todos esos cargos son ocupados por máquinas”, el alivio increíble, la paz absoluta, la libertad total, y al dispersarse esa nube de responsabilidades, rutina, y tedio, el proyecto, el formidable proyecto, ese proyecto de gran utilidad para la humanidad, y ahora más brillante aún, con las últimas piezas en su preciso lugar, la motivación renovada, la energía potenciada, la sangre fluyendo agitada en las venas, la vida en su mayor esplendor, y todavía, un manjar, como primer hito del camino.