jueves, 26 de julio de 2007

La sociedad sin dinero (Cápitulo 5 de ?: Un viaje hacia ella)

Es tarde en la noche, estamos fatigados por el trabajo realizado en el día, pero las responsabilidades asumidas para mañana, nos provocan unas largas horas de torturante insomnio. No nos gusta nuestro trabajo, es aburrido, simple, y reiterativo, nos molestan sus tareas, y nos frustra perder tiempo de nuestras vidas en ellas, teniendo en la mente ese genial proyecto que no podemos realizar por falta de recursos.

Luego de divagar largo tiempo entre problemas y soluciones, entre tareas y proyectos, entre esperanzas y descontento, el cansancio nos vence, y el sueño finalmente accede a abrigarnos. Este sueño como muchos, en esta noche como tantas, provoca una singularidad, una alteración en el curso de la civilización, en este sueño, no solo las ideas se organizan en la mente, también los hechos se organizan en la historia. Una mano mágica, va cambiando una a una las decisiones tomadas por los seres humanos, de modo que las consecuencias de estas generen una sociedad sin dinero ni comercio, y cuando su obra está terminada, nos despierta amablemente, y nos informa del cambio.

Aún somnolientos, y con algo de hambre, procedemos a vestirnos y prepararnos un desayuno. Abrimos el refrigerador, leche, pan envasado, y manteca, mermelada?, no hay, queso?, tampoco, “all included” recordamos, “interesante” opinamos, “exploremos este mundo” decidimos.

Salimos de casa hacia el garaje con la intención de comprar lo más gustoso del supermercado, al salir, estacionados en la calle donde residimos, nos sorprenden un conjunto de autos, nuevos, flamantes, de variados estilos, y todos con la puerta abierta, caminamos unos pasos hacia el garaje donde nos espera nuestro viejo auto, “all included” recordamos, detenemos nuestro andar, dudamos, “all included” nos decimos, e inmediatamente desandamos camino hacia la calle, admiramos las filas intermitentes de autos que remarcan ambas aceras, y elegimos entre los cercanos el que más nos agrada, entramos, dudamos nuevamente, “all included” nos convencemos, y arrancamos.

El confortable andar nos deleita, mientras vamos elaborando mentalmente la lista de ese desayuno perfecto que ya imaginamos degustar. Durante este apacible paseo observamos la cuidada estética de cada calle, cada edificio, parque, plaza, de toda la ciudad, y como toda esa belleza resurge, reina, ante la ausencia de anuncios, carteles, publicidad, que desnaturalice el ambiente.

En algún lugar del camino, un delicioso aroma a bizcochuelo recién horneado mezclado con el fuerte aroma de un exquisito café, nos invita a buscar su origen con la mirada. En la esquina donde nos detuvimos, un coqueto restaurante nos presenta otra linda opción para saciar nuestro apetito, probablemente con una propuesta aún más deliciosa, y seguramente con una rapidez mayor. Estacionamos el auto, salimos de él, y lo dejamos abierto.

Entramos al restaurante, la decoración es acogedora, nos sentimos como en el comedor de nuestra casa. Somos atendidos cordial, y naturalmente, vemos en sus rostros la alegría de quién gusta de lo que hace, nos comentan las variadas opciones que el establecimiento ofrece y nos recomiendan su especialidad, accedemos a probar esta última, y en un tiempo prudencial para su precisa elaboración, nuestro desayuno está esplendoroso frente a nuestros ojos, probamos un bocado, y un sinfín de sensaciones desbordan nuestros sentidos, en ese momento de éxtasis, un mal recuerdo rompe nuestro placer, deberíamos salir inmediatamente para trabajar, un instante depresivo, una sonrisa, “all included” pintado en la mente, “no trabajo más ahí” la decisión instantánea, una llamada, una tímida explicación, una respuesta desinteresada: “no entendiamos porque seguía haciendo eso, todos esos cargos son ocupados por máquinas”, el alivio increíble, la paz absoluta, la libertad total, y al dispersarse esa nube de responsabilidades, rutina, y tedio, el proyecto, el formidable proyecto, ese proyecto de gran utilidad para la humanidad, y ahora más brillante aún, con las últimas piezas en su preciso lugar, la motivación renovada, la energía potenciada, la sangre fluyendo agitada en las venas, la vida en su mayor esplendor, y todavía, un manjar, como primer hito del camino.

jueves, 19 de julio de 2007

La sociedad sin dinero (Cápitulo 4 de ?: El dinero, causa de injusticia ó innecesario)

En la actualidad, la inmensa mayoría de las personas, para gran parte de sus deseos, se encuentra, utilizando la clasificación presentada en el capítulo anterior, dentro de los primeros dos grupos, y una ínfima minoría cae en el tercer grupo.

Esta particular distribución, provoca que un elevado número de personas viva frustrada, esclavizada en una cadena incesante de consumo, y juntando envidia, rencor, y odio, por quienes están en el último grupo.

Esta situación, fomentada por los integrantes de este último sector, dada su infinita codicia, y gracias a dos armas principalmente: la exaltación del consumo, cuando navegan en aguas legales, y la corrupción, cuando necesitan embarrarse, esta empujando a nuestra sociedad al borde de un colapso, para los cuales, los tibios embates revolucionarios, fueron simples escapes de gas, liberando momentáneamente presión, en una olla a punto de estallar.

Este método, el revolucionario, históricamente no funcionó, pues es simplemente eso, liberar presión, es como el alcohol para una persona con problemas, un analgésico para un enfermo, calma pero no cura, satisface pero no soluciona, libera presión pero no aparta la olla del fuego.

La presión que se está generando dentro de los primeros grupos, surge por el gran obstáculo que se interpone entre su desear y su obtener, surge por la existencia del dinero categorizando esos obstáculos. Es el dinero, el fuego que está extenuando la resistencia de esa olla a presión.

En cambio, en los individuos del tercer grupo, el dinero incide en forma distinta en sus vidas. Estas personas tienen un poder adquisitivo tal, que pueden saciar prácticamente todos sus deseos inmediatamente, y sin que esto implique perder esta posibilidad en el futuro. Para quienes están en esta situación, el dinero es un adorno, un número sin importancia, un elemento innecesario impuesto por la sociedad, una molestia, mínima, pero una molestia al fin, tan insignificante como tener una cuenta en un banco, una tarjeta de crédito o una chequera en la cartera, y firmar un papel cuando sea necesario, pero es sin duda una molestia. En definitiva, para ellos, el dinero, es algo molesto e innecesario.

Hasta aquí, en este capítulo, hemos evaluado que representa el dinero para los integrantes de los grupos producidos por la categorización presentada en el capítulo previo. El motivo de este análisis, es que la sociedad actual, es la de los primeros dos grupos, y la ideal, es en la cual todos sus integrantes están en el grupo tres.

Una sociedad, donde todos los individuos que la componen, tienen la posibilidad de satisfacer inmediatamente la gran mayoría de sus deseos, esta muy cerca de la perfección, y en ella, como vimos, el dinero es innecesario.

En conclusión, en una sociedad fuertemente injusta como la nuestra, el dinero es la causa, y en una sociedad casi perfecta como la mencionada, el mismo es innecesario. El corolario trivial que surge de esta reflexión, nos indica claramente cual es el camino a seguir, erradicar el uso del dinero, erradicando el comercio.

jueves, 12 de julio de 2007

La sociedad sin dinero (Cápitulo 3 de ?: El dinero, un obstáculo)

La ilusión que sostiene al dinero, es que gracias a él podemos obtener lo que deseamos, cuando en realidad él es el obstáculo a superar, la barrera entre el desear y el obtener.

Actualmente cuando una persona siente la necesidad de algo, la sociedad le pone un precio, y según ese valor, su camino a obtenerlo se transformará en una de las siguientes opciones: un puente roto, ó un largo, tortuoso, y empinado camino, ó simplemente una puerta, con el agravante que el resultado de esta transformación, no solo dependerá del precio que la sociedad impuso, sino también del poder adquisitivo de la persona que desea, el cual, en cierta medida, la sociedad también impuso.

Esta situación provoca que para cierta persona, ciertos deseos serán imposibles de satisfacer, por más talento y energía que esta tenga, llenando de frustración a la misma. Otros deseos, se le serán postergados cierto tiempo, y en ese intervalo, seguramente surgirán otros que también se le postergarán, probablemente este obligado a realizar tareas que le desagraden para alcanzar el mismo, e incluso podrá ocurrir, que al alcanzar su objetivo, el deseo que inició el camino ya no exista, o las penurias padecidas le den un sabor amargo a la meta. Este caso, es aún peor que el primero, pues al estado de frustración permanente, se le suma la desconexión con la realidad, pues la esperanza los esclaviza en un ciclo de placeres a futuro y dolor en el presente, los convierte en burros haciendo andar el molino buscando alcanzar la zanahoria. Por último, habrá deseos que podrá satisfacer inmediatamente, siendo estos momentos de plena conexión con el presente, en los cuales el sentir esta en armonía con el hacer, los únicos en los que sentirá verdadero placer.

Esta distinción en la satisfacción de los deseos fijando la persona y variando los deseos, se puede aplicar a la inversa, fijando el deseo y variando las personas, lo cual agrega a la problemática mencionada, la injusticia que se presenta en ella, y potencia la frustración, y la tendencia a la esclavitud en los sectores cadenciados, por compararse con los pudientes y para salir de ese estado respectivamente.

La elaboración desarrollada en los párrafos previos es lo que nos permite justificar la afirmación que adelantamos en el primer párrafo de este capitulo, la cual expresaba que el dinero es el obstáculo entre el desear y el obtener. Este puede ser desde un límite infranqueable hasta un simple portón, pero siempre es un obstáculo.

jueves, 5 de julio de 2007

La sociedad sin dinero (Cápitulo 2 de ?: El surgimiento del dinero)

Existen numerosos conceptos que se fueron enquistando en la sociedad, uno de ellos es el dinero. Este, en la primer aproximación, nos parece un pilar fundamental en la estructura de nuestra sociedad, pero si profundizamos en la observación veremos que esto es solo una ilusión.

El dinero es simplemente una herramienta, un concepto que resulto muy eficiente para favorecer el comercio, y el cual le de dió la fuerza necesaria para tener a los humanos bajo su poder.

En sus inicios el comercio era una actividad muy precaria, funcionaba más como generador de variedad que como mecanismo de obtención de ganancia, estaba más emparentado con el compartir que con el negociar. Esta concepción cambió radicalmente con la aparición del dinero, y esta transformación fue, a mi entender, el error más grave de la humanidad, y la matriz de toda la desigualdad que padece la sociedad en la que vivimos.

Este bien abstracto ideal, es atractivo universalmente por su posibilidad de cambiarse por el bien concreto que más se desee, es fácil de acumular pues no se descompone ni se gasta, y es fraccionable por su carácter representativo, entre otras muchas cualidades con las que cuenta. Estas características volcaron a los humanos a dirigir todo su esfuerzo en obtener ese bien etéreo, introduciendo a la humanidad en una competencia voraz, donde la ganancia desterró a la voluntad como directora de las acciones de los individuos.

Desde ese momento la sociedad fue perdiendo seres libres, creativos, con individualidad, para plagarse de bestias de carga adoradoras del dinero y esclavas del comercio.

domingo, 1 de julio de 2007

La sociedad sin dinero (Cápitulo 1 de ?: Introducción)

Durante largo tiempo tuve la inquietud de diseñar una estructura de sociedad justa. Para ello siempre consideré necesario evitar la acumulación de poder, y tuve como principio fundamental, el brindar exactamente las mismas posibilidades a todo ser humano que la integre.

En esa dirección, fui transitando distintas opciones. Empecé por mecanismos más o menos originales para el reparto de riquezas, a los cuales, a medida que le encontraba fallas los iba haciendo más complejos, hasta que inevitablemente se volvían insostenibles. Luego, consideré necesario abolir la herencia. Al menos de esa manera la acumulación de riqueza y poder sería menor, al contar con una sola vida para el voraz acopio, y a su vez, la imposibilidad de transferir las riquezas a sus descendientes, motivaría, que luego de un momento de inflexión en la vida, las personas ocuparan más tiempo en disfrutar su riqueza, y menos en acumularla. Esta idea padecía de la facilidad de desvirtuarla, bastando simplemente con traspasar los bienes mediante ventas simbólicas, y aún funcionando de acuerdo a su espíritu, presentaba el problema de las diferencias provocadas por el estrato social de los padres en la educación de sus hijos, la cual claramente incidía en las posibilidades de desarrollo de los últimos. Esta falta de igualdad requería de la antipática solución de extraer a los niños de sus familias, y brindarle una educación igual a todos ellos. Si bien este mecanismo establece la igualdad que la versión anterior carecía, la imagen que sugiere tiene un olor fascista tan potente que causa nauseas. Si controlamos nuestro estomago, y vemos la propuesta racionalmente, la misma es válida, siempre y cuando este centro funcione como una comuna, y que su misión sea exclusivamente aportar los medios necesarios para satisfacer las inquietudes de aprendizaje que tengan quienes se están formando allí, evitando de manera radical cualquier tipo de adoctrinamiento.

La cadena de razonamientos expuesta en el párrafo anterior, presenta la dificultad que existe para alcanzar algo tan natural como la igualdad de posibilidades para los seres humanos, y desnuda la profundidad de los cambios necesarios para alcanzar este objetivo.

Habiendo transitado esas elaboraciones mentales, y muchas otras que no quedaron en memoria o no aporta incluirlas, un día, planificando unas vacaciones, me ofrecieron un paquete turístico con la opción “all inclusive”, cuyo concepto me resulto muy seductor. Esta configuración, permitía a quién la contrataba, utilizar todos los servicios en el entorno de cierto complejo vacacional sin costo alguno. Si bien contratar esta opción implicaba un desembolso económico extra, que superaba ampliamente al que ocasionaría un uso normal de los servicios ofrecidos, su espíritu fue el que me resultó atractivo.

Vivir, al menos por cierto tiempo, en un lugar donde se pueda tomar todo lo que se encuentre atractivo en el camino, sin ensuciar el disfrute del mismo con una inoportuna transacción monetaria, me pareció una sensación en extremo agradable. Esa simple propuesta comercial, paradójicamente proponía una sociedad sin comercio, una sociedad sin dinero. Un universo donde sus seres brindan lo que alegremente producen, y toman lo que íntimamente desean. Un jardín del Edén en el cual experimentar completamente la vida, y del cual no somos expulsados por la voluntad del poder.

La distancia entre este idílico mundo y el nuestro, no es un camino compuesto por una compleja sucesión de cambios profundos, no es ni siquiera un camino, es simplemente una puerta, siendo ésta la desaparación del dinero, o más generalmente la desaparición del comercio.

Donaciones

Imagina un mundo en el cual todos regalemos lo mejor que hacemos, y todos hagamos lo que más nos gusta hacer.

Luego, no solo imagínalo, sino que también, vive en él. Yo ya estoy allí, acompáñame.

Un abrazo,
Diego

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Diego